jueves, 15 de marzo de 2012

¿Y AHORA?... ¿QUIEN CARGA CON ESTE MUERTO?


En Buenos Aires a principios del 1800, no había vigilantes apostados en las boca-calles, y el servicio de policía en la noche se hacía por medio de patrullas encabezadas por un alcalde, un teniente alcalde o algún vecino. Todos los hombres estaban obligados a hacer la patrulla cuando llegaba su turno o poner un suplente que costaba, generalmente, de 20 a 30 centavos.

La patrulla tocaba las puertas de las casas y ante la pregunta «¿quién vive?» se contestaba -«la patria»- (si uno era un ciudadano común) y seguido de ello la patrulla exortaba «¿qué gente?» y uno contestaba paisano, militar o lo que fuese.
La función secundaria de esta patrulla era juntar a los ebrios y llevarlos ante el Cabildo.

En la ciudad, por lo general no existían crímenes premeditados, tampoco suicidios. Pero los porteños teníamos una mancha negra: el uso del cuchillo. Las peleas callejeras eran casi diarias, y las heridas generalmente eran de muerte.

También era costumbre poner en exhibición bajo los portales del Cabildo, el cadáver de alguien muerto en las calles, con el objeto de que fuese reconocido y reclamado por sus deudos. No era raro ver al lado del cadáver un platito destinado a recolectar limosna para ayudar a sepultarlo, o para velas o una misa. 

Metejon de Barrio



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jueves, 15 de marzo de 2012

¿Y AHORA?... ¿QUIEN CARGA CON ESTE MUERTO?


En Buenos Aires a principios del 1800, no había vigilantes apostados en las boca-calles, y el servicio de policía en la noche se hacía por medio de patrullas encabezadas por un alcalde, un teniente alcalde o algún vecino. Todos los hombres estaban obligados a hacer la patrulla cuando llegaba su turno o poner un suplente que costaba, generalmente, de 20 a 30 centavos.

La patrulla tocaba las puertas de las casas y ante la pregunta «¿quién vive?» se contestaba -«la patria»- (si uno era un ciudadano común) y seguido de ello la patrulla exortaba «¿qué gente?» y uno contestaba paisano, militar o lo que fuese.
La función secundaria de esta patrulla era juntar a los ebrios y llevarlos ante el Cabildo.

En la ciudad, por lo general no existían crímenes premeditados, tampoco suicidios. Pero los porteños teníamos una mancha negra: el uso del cuchillo. Las peleas callejeras eran casi diarias, y las heridas generalmente eran de muerte.

También era costumbre poner en exhibición bajo los portales del Cabildo, el cadáver de alguien muerto en las calles, con el objeto de que fuese reconocido y reclamado por sus deudos. No era raro ver al lado del cadáver un platito destinado a recolectar limosna para ayudar a sepultarlo, o para velas o una misa. 

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