miércoles, 4 de abril de 2012

“CLEMENTINA”, LA PRIMERA ARGENTINA
 
En nuestro país hasta la década del 60, los cálculos matemáticos sólo se podían hacer en papel y lápiz. Pero en 1961, todo cambió.

El científico y creador del Instituto del Cálculo de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, Manuel Sadosky, le pidió a Bernardo Houssay un crédito que le habían otorgado al CONICET. Se trataba nada menos que de 300 mil dólares.


Houssay aceptó la propuesta de Sadosky y utilizaron el dinero para traer al país la primera computadora, con fines científicos y académicos: “Clementina”.

 
Llegó al puerto de Buenos Aires el 24 de noviembre de 1960, y luego de una extensa puesta a punto, meses después empezó a ser utilizada.
 
De las computadoras que se conocen hoy tenía poco y nada. Funcionaba gracias a unas 5 mil válvulas de vidrio y tenía una memoria de núcleos magnéticos de 5 K, unas 50 mil veces menos que una computadora hogareña de estos días.
 
Además, no tenía monitor ni teclado y medía 18 metros. La entrada de instrucciones (lo que hoy hace el teclado) se conseguía mediante un lector fotoeléctrico de cinta de papel perforado. Y los resultados (lo que hoy otorga el monitor) eran emitidos por una perforadora de cinta que alimentaba una impresora.
 
"Le pusimos Clementina porque modulando un pitillo que emitía la máquina, se escuchaba Clementine, una canción inglesa muy popular. Después, nosotros hacíamos que se modularan tangos también. Pero le quedó el nombre" comentaba Sadosky, el impulsor de su llegada.
 
La computadora se utilizó día y noche. En ella se ocuparon unas 100 personas, entre las que había matemáticos, químicos, ingenieros y físicos. Clementina trabajó para YPF, Ferrocarriles Argentinos, la CEPAL y para varias universidades.  

Finalmente, y como suele suceder con la gran mayoría de nuestro patrimonio, tuvo un final que no merecía y fue destruída. Muchas de sus piezas desaparecieron luego de la intervención militar de Onganía en la Noche de los Bastones Largos de 1966.

Metejon de Barrio


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miércoles, 4 de abril de 2012

“CLEMENTINA”, LA PRIMERA ARGENTINA
 
En nuestro país hasta la década del 60, los cálculos matemáticos sólo se podían hacer en papel y lápiz. Pero en 1961, todo cambió.

El científico y creador del Instituto del Cálculo de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, Manuel Sadosky, le pidió a Bernardo Houssay un crédito que le habían otorgado al CONICET. Se trataba nada menos que de 300 mil dólares.


Houssay aceptó la propuesta de Sadosky y utilizaron el dinero para traer al país la primera computadora, con fines científicos y académicos: “Clementina”.

 
Llegó al puerto de Buenos Aires el 24 de noviembre de 1960, y luego de una extensa puesta a punto, meses después empezó a ser utilizada.
 
De las computadoras que se conocen hoy tenía poco y nada. Funcionaba gracias a unas 5 mil válvulas de vidrio y tenía una memoria de núcleos magnéticos de 5 K, unas 50 mil veces menos que una computadora hogareña de estos días.
 
Además, no tenía monitor ni teclado y medía 18 metros. La entrada de instrucciones (lo que hoy hace el teclado) se conseguía mediante un lector fotoeléctrico de cinta de papel perforado. Y los resultados (lo que hoy otorga el monitor) eran emitidos por una perforadora de cinta que alimentaba una impresora.
 
"Le pusimos Clementina porque modulando un pitillo que emitía la máquina, se escuchaba Clementine, una canción inglesa muy popular. Después, nosotros hacíamos que se modularan tangos también. Pero le quedó el nombre" comentaba Sadosky, el impulsor de su llegada.
 
La computadora se utilizó día y noche. En ella se ocuparon unas 100 personas, entre las que había matemáticos, químicos, ingenieros y físicos. Clementina trabajó para YPF, Ferrocarriles Argentinos, la CEPAL y para varias universidades.  

Finalmente, y como suele suceder con la gran mayoría de nuestro patrimonio, tuvo un final que no merecía y fue destruída. Muchas de sus piezas desaparecieron luego de la intervención militar de Onganía en la Noche de los Bastones Largos de 1966.

Metejon de Barrio


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