jueves, 22 de noviembre de 2012

EL MUERTO VIAJA, PERO NO PAGA

Con la llegada del tranvía a Buenos Aires, este tipo de transporte comenzó a utilizarse para distintos usos: transporte público, carne… y servicios fúnebres.

Para finales del siglo XIX, apareció una flota tranvías fúnebres y coches de acompañantes. Los coches de primera clase estaban por lo general barnizados en negro y orlado en todo el contorno del techo con los clásicos penachos de luto de crin negra.

El interior del tranvía fúnebre estaba decorado como una verdadera capilla ardiente ambulante. Poseía altar, candelabros, catre porta ataúd, asientos plegables para los deudos más allegados y cortinados de luto.

Los servicios se iniciaron traccionados a caballo y posteriormente fueron eléctricos. La plataforma delantera la ocupaba el conductor, y por la plataforma de atrás se abría una doble puerta por donde accedían el ataud y los deudos. El altar estaba ubicado a espaldas del conductor.

Se fijaron tres categorías, cuyas tarifas eran, (partiendo desde una Estación): Muertos en primera clase $ 20,00; Muertos en segunda clase $ 4,00; y Muertos en tercera clase $ 2,00.
En tanto los deudos, cada uno abonaba en 1ra. 45 centavos; 35 centavos en 2da; y 20 centavos en tercera.
Paradójicamente, si bien los deudos abonaban la tarifa más baja, el muerto resultaba el más beneficiado, ya que el no pagaba de su bolsillo su propio viaje.

Pero también al servicio se lo podía hacer desde un lugar a convenir, desde la puerta del velatorio, o desde la parada más cercana al sitio donde hubiera sido el mismo, en este caso el servicio sufría un recargo de alrededor del 30%.

En todos los casos los pasajes eran de ida y vuelta, (no así el del finado naturalmente), que si por cualquier inconveniente el entierro no se hubiese podido concretar, el féretro quedaba allí en depósito para una mejor oportunidad.


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jueves, 22 de noviembre de 2012

EL MUERTO VIAJA, PERO NO PAGA

Con la llegada del tranvía a Buenos Aires, este tipo de transporte comenzó a utilizarse para distintos usos: transporte público, carne… y servicios fúnebres.

Para finales del siglo XIX, apareció una flota tranvías fúnebres y coches de acompañantes. Los coches de primera clase estaban por lo general barnizados en negro y orlado en todo el contorno del techo con los clásicos penachos de luto de crin negra.

El interior del tranvía fúnebre estaba decorado como una verdadera capilla ardiente ambulante. Poseía altar, candelabros, catre porta ataúd, asientos plegables para los deudos más allegados y cortinados de luto.

Los servicios se iniciaron traccionados a caballo y posteriormente fueron eléctricos. La plataforma delantera la ocupaba el conductor, y por la plataforma de atrás se abría una doble puerta por donde accedían el ataud y los deudos. El altar estaba ubicado a espaldas del conductor.

Se fijaron tres categorías, cuyas tarifas eran, (partiendo desde una Estación): Muertos en primera clase $ 20,00; Muertos en segunda clase $ 4,00; y Muertos en tercera clase $ 2,00.
En tanto los deudos, cada uno abonaba en 1ra. 45 centavos; 35 centavos en 2da; y 20 centavos en tercera.
Paradójicamente, si bien los deudos abonaban la tarifa más baja, el muerto resultaba el más beneficiado, ya que el no pagaba de su bolsillo su propio viaje.

Pero también al servicio se lo podía hacer desde un lugar a convenir, desde la puerta del velatorio, o desde la parada más cercana al sitio donde hubiera sido el mismo, en este caso el servicio sufría un recargo de alrededor del 30%.

En todos los casos los pasajes eran de ida y vuelta, (no así el del finado naturalmente), que si por cualquier inconveniente el entierro no se hubiese podido concretar, el féretro quedaba allí en depósito para una mejor oportunidad.


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