lunes, 22 de abril de 2013

HECHA LA LEY... HECHA "LAS TRAMPAS"

Para principios de siglo, los prostíbulos tenían prohibido el consumo de bebidas alcohólicas y el baile en sus instalaciones. Como ambos eran complementos indispensables para atraer clientes, lo mejor era habilitar un local como un lugar bailable y que el lupanar funcionase con un nombre falso. Tal es el caso del local de María “La Vasca" en la calle Europa, (hoy Carlos Calvo 2721).

“La Vasca” era el apodo de una tal María Rangolla. Había abierto su establecimiento sin tener en cuenta las apariencias, aprovechando cualquier mancha de humedad para decir que lo suyo era “decoración rústica”. En su negocio, el dinero jugaba el rol más importante, sin importar quien lo exhibiera, esto era suficiente pase para bailar primero y acostarse después.

Al lugar ingresaban sólo hombres, personajes políticos como el intendente Torcuato de Alvear y su hijo Marcelo, futuro presidente de la Nación y otros importantes miembros de la sociedad porteña.


Los músicos reconocían que era muy importante pasar por la casa de “la Vasca”. Significaba un lugar de fogueo, un sitio desde el cual proyectarse. Allí perfilaban sus estilos y estrenaban sus tangos. Luego el boca a boca de los clientes hacía el resto.

Según el testimonios de los habitués “…podía bailarse el tango, todas y toda la noche, a tres pesos la hora por persona". Concurrían "estudiantes, cuidadores y jockeys, en general, gente de bien…".

Y las opiniones continuaban “…El malevaje (los guapos) no tiene acceso a la casa porque María elige la clientela levantando los visillos de la sala, y aun hay que pedirle turno. Allí ofician su "misa rea" las lindas bailarinas que la dueña de casa convoca. Seguidoras como concursos, son, entre otras, la "gallega Consuelo", "la porota", Catalina "la tísica" y aquélla mucho más linda que el feo sobrenombre que ganó por su manera de hablar: "La babosa". Todas llegaban en "victoria" - coche de plaza - vestidas de lujo. A eso de las once de la noche, el baile se animaba…”

En esta casita, de la que aún se conservan sus altas ventanas a la calle, su reja de hierro forjado y un patio con jardín de macetas, se escribió noche a noche el inicio prostibulario y prohibido del tango.


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lunes, 22 de abril de 2013

HECHA LA LEY... HECHA "LAS TRAMPAS"

Para principios de siglo, los prostíbulos tenían prohibido el consumo de bebidas alcohólicas y el baile en sus instalaciones. Como ambos eran complementos indispensables para atraer clientes, lo mejor era habilitar un local como un lugar bailable y que el lupanar funcionase con un nombre falso. Tal es el caso del local de María “La Vasca" en la calle Europa, (hoy Carlos Calvo 2721).

“La Vasca” era el apodo de una tal María Rangolla. Había abierto su establecimiento sin tener en cuenta las apariencias, aprovechando cualquier mancha de humedad para decir que lo suyo era “decoración rústica”. En su negocio, el dinero jugaba el rol más importante, sin importar quien lo exhibiera, esto era suficiente pase para bailar primero y acostarse después.

Al lugar ingresaban sólo hombres, personajes políticos como el intendente Torcuato de Alvear y su hijo Marcelo, futuro presidente de la Nación y otros importantes miembros de la sociedad porteña.


Los músicos reconocían que era muy importante pasar por la casa de “la Vasca”. Significaba un lugar de fogueo, un sitio desde el cual proyectarse. Allí perfilaban sus estilos y estrenaban sus tangos. Luego el boca a boca de los clientes hacía el resto.

Según el testimonios de los habitués “…podía bailarse el tango, todas y toda la noche, a tres pesos la hora por persona". Concurrían "estudiantes, cuidadores y jockeys, en general, gente de bien…".

Y las opiniones continuaban “…El malevaje (los guapos) no tiene acceso a la casa porque María elige la clientela levantando los visillos de la sala, y aun hay que pedirle turno. Allí ofician su "misa rea" las lindas bailarinas que la dueña de casa convoca. Seguidoras como concursos, son, entre otras, la "gallega Consuelo", "la porota", Catalina "la tísica" y aquélla mucho más linda que el feo sobrenombre que ganó por su manera de hablar: "La babosa". Todas llegaban en "victoria" - coche de plaza - vestidas de lujo. A eso de las once de la noche, el baile se animaba…”

En esta casita, de la que aún se conservan sus altas ventanas a la calle, su reja de hierro forjado y un patio con jardín de macetas, se escribió noche a noche el inicio prostibulario y prohibido del tango.


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