domingo, 25 de noviembre de 2012

LOS "OTROS" CEMENTERIOS DE FLORES

El barrio de Flores, podríamos decir que se convirtió en un “barrio” más de la Capital con la Federalización de Buenos Aires.
Antes de ello, Flores era lo que hoy sería el conurbano Bonaerense. Era un pueblo cercano a Buenos Aires, que creció abasteciendo a la gran ciudad en la producción cerealera y frutihortícola.

El primer enterratorio de Flores fue habilitado en 1807 solo para esclavos y vecinos pobres en un terreno lindero a la iglesia, sobre la actual calle Rivera Indarte entre Rivadavia y Ramón Falcón. Ese día se sepultaron los restos del vecino Pedro Ximénez, español nacido en Murcia.

Hacia 1830, la población de Flores había aumentado a unos 4000 habitantes. Ubicado en el centro del poblado, a metros del Camino Real, el cementerio creaba una situación molesta a los vecinos, agravada con el aumento de la población.


Pronto, las enfermedades especialmente las epidémicas, fueron más frecuentes tanto en la Capital como en el poblado de Flores.
Había que mejorar entonces la salud pública y el ambiente urbano. Con el auge de estas medidas higienistas comenzaron a moverse las cosas “indeseables de la ciudad” hacia las afueras (fábricas de cebo, mataderos, cementerios, etc).

Es así como el padre Martín Boneo, cabeza de la iglesia de Flores, inició gestiones para obtener tierras a fin de tener dónde instalar un nuevo cementerio. Logró conseguir unas tierras de 32 metros de frente y 68 de fondo. Allí se edificó una sala para depósito y un osario, aislado del vecindario por una pared de ladrillo. Se inauguró entonces un “segundo cementerio de Flores”, en el terreno limitado por las calles Varela, Remedios, Culpina y Tandil.


El primer cadáver recibido, fue el de un militar hallado muerto de asfixia por inmersión en el terrible Barranco de Flores. Muchas familias tradicionales de la zona construyeron sus bóvedas en este segundo cementerio.


Reservado exclusivamente para católicos, este cementerio tuvo que ampliarse al doble en 1850, pero una década después era difícil encontrar espacio libre para nuevas inhumaciones. Por otra parte, un terreno lindero se había destinado para sepultar a los protestantes y disidentes. También en ese sitio fueron inhumados muchos cadáveres de la Batalla de Caseros.


Los muertos seguían aumentando. Pronto, con la secularización de los cementerios (ya la Iglesia no decidía a quien enterrar y a quien no) fue quedando cada vez menos lugar.


Colmada su capacidad, el segundo cementerio fue clausurado a partir de 1872 destinándose el predio a Corralón Municipal; previamente se dispuso entregar espacios en el nuevo cementerio para quienes desearan trasladar allí los restos de sus deudos. Hoy en ese lugar existen casas construídas por el FONAVI en 1985.


El actual Cementerio de Flores, "el tercero", fue habilitado en 1867 en su actual ubicación, cuando se sepultaron los restos de la niña Elena Bergallo.


En la foto, el bañado de Flores en 1962, tierras utilizadas para el actual cementerio.



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domingo, 25 de noviembre de 2012

LOS "OTROS" CEMENTERIOS DE FLORES

El barrio de Flores, podríamos decir que se convirtió en un “barrio” más de la Capital con la Federalización de Buenos Aires.
Antes de ello, Flores era lo que hoy sería el conurbano Bonaerense. Era un pueblo cercano a Buenos Aires, que creció abasteciendo a la gran ciudad en la producción cerealera y frutihortícola.

El primer enterratorio de Flores fue habilitado en 1807 solo para esclavos y vecinos pobres en un terreno lindero a la iglesia, sobre la actual calle Rivera Indarte entre Rivadavia y Ramón Falcón. Ese día se sepultaron los restos del vecino Pedro Ximénez, español nacido en Murcia.

Hacia 1830, la población de Flores había aumentado a unos 4000 habitantes. Ubicado en el centro del poblado, a metros del Camino Real, el cementerio creaba una situación molesta a los vecinos, agravada con el aumento de la población.


Pronto, las enfermedades especialmente las epidémicas, fueron más frecuentes tanto en la Capital como en el poblado de Flores.
Había que mejorar entonces la salud pública y el ambiente urbano. Con el auge de estas medidas higienistas comenzaron a moverse las cosas “indeseables de la ciudad” hacia las afueras (fábricas de cebo, mataderos, cementerios, etc).

Es así como el padre Martín Boneo, cabeza de la iglesia de Flores, inició gestiones para obtener tierras a fin de tener dónde instalar un nuevo cementerio. Logró conseguir unas tierras de 32 metros de frente y 68 de fondo. Allí se edificó una sala para depósito y un osario, aislado del vecindario por una pared de ladrillo. Se inauguró entonces un “segundo cementerio de Flores”, en el terreno limitado por las calles Varela, Remedios, Culpina y Tandil.


El primer cadáver recibido, fue el de un militar hallado muerto de asfixia por inmersión en el terrible Barranco de Flores. Muchas familias tradicionales de la zona construyeron sus bóvedas en este segundo cementerio.


Reservado exclusivamente para católicos, este cementerio tuvo que ampliarse al doble en 1850, pero una década después era difícil encontrar espacio libre para nuevas inhumaciones. Por otra parte, un terreno lindero se había destinado para sepultar a los protestantes y disidentes. También en ese sitio fueron inhumados muchos cadáveres de la Batalla de Caseros.


Los muertos seguían aumentando. Pronto, con la secularización de los cementerios (ya la Iglesia no decidía a quien enterrar y a quien no) fue quedando cada vez menos lugar.


Colmada su capacidad, el segundo cementerio fue clausurado a partir de 1872 destinándose el predio a Corralón Municipal; previamente se dispuso entregar espacios en el nuevo cementerio para quienes desearan trasladar allí los restos de sus deudos. Hoy en ese lugar existen casas construídas por el FONAVI en 1985.


El actual Cementerio de Flores, "el tercero", fue habilitado en 1867 en su actual ubicación, cuando se sepultaron los restos de la niña Elena Bergallo.


En la foto, el bañado de Flores en 1962, tierras utilizadas para el actual cementerio.



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