jueves, 9 de mayo de 2013

AQUELLOS RUIDOS MOLESTOS!

Hace unos meses, se aprobó la Prohibición de escuchar música sin auriculares en colectivos y subtes, para evitar molestias en el resto del pasaje. Sin embargo queremos recordar aquellos tiempos en los que no molestaban ni celulares ni aparatos electrónicos sino simples "ORGANITOS"...

En Buenos Aires a mediados del siglo XIX fue clave la función del organillero, quien se paraba en cualquier esquina, haciendo sonar su música por unas monedas. Algunos inclusive fueron contratados para cumpleaños o fiestas humildes, ya que era la única forma de llegar a tener música en los suburbios.

Mucha gente estaba en contra de "esa música que rompía los tímpanos" y el 26 de noviembre de 1900, el diario "La Nación" publicó una nota a un señor que vivía en la aristocrática calle Florida. El diario mencionaba: "es amante de la buena música y que todas las noches, precisamente a la hora en que puede sentarse al piano, los acordes de tal milonga le impiden distraerse un rato sin molestar al prójimo". El organillero se situaba frente a su casa para tocar la popular milonga: "Bartolo tenía una flauta".

Fue así que comenzó una campaña en contra del popular difusor de la música; con el progreso la ciudad creció, y los "pianos a manubrio" fueron desplazados a los suburbios o reemplazados por el disco hasta que desaparecieron.

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jueves, 9 de mayo de 2013

AQUELLOS RUIDOS MOLESTOS!

Hace unos meses, se aprobó la Prohibición de escuchar música sin auriculares en colectivos y subtes, para evitar molestias en el resto del pasaje. Sin embargo queremos recordar aquellos tiempos en los que no molestaban ni celulares ni aparatos electrónicos sino simples "ORGANITOS"...

En Buenos Aires a mediados del siglo XIX fue clave la función del organillero, quien se paraba en cualquier esquina, haciendo sonar su música por unas monedas. Algunos inclusive fueron contratados para cumpleaños o fiestas humildes, ya que era la única forma de llegar a tener música en los suburbios.

Mucha gente estaba en contra de "esa música que rompía los tímpanos" y el 26 de noviembre de 1900, el diario "La Nación" publicó una nota a un señor que vivía en la aristocrática calle Florida. El diario mencionaba: "es amante de la buena música y que todas las noches, precisamente a la hora en que puede sentarse al piano, los acordes de tal milonga le impiden distraerse un rato sin molestar al prójimo". El organillero se situaba frente a su casa para tocar la popular milonga: "Bartolo tenía una flauta".

Fue así que comenzó una campaña en contra del popular difusor de la música; con el progreso la ciudad creció, y los "pianos a manubrio" fueron desplazados a los suburbios o reemplazados por el disco hasta que desaparecieron.

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